Ana, nos helaste el corazón

Se nos fue Ana, de golpe, de un suspiro. Nos despertamos como quien lo hace de un mal sueño. ¿Quién podría imaginar que un corazón tan grande pudiese dejar de latir? Se nos fue el corazón de IU de Pravia y también parte de nuestra cabeza. La que nunca quitaba la sonrisa de la boca, y la que me reñía cuando creía que no estaba lo suficientemente centrado ante tal pleno o tal comisión. Se va Ana, la de los miles de mensajes y llamadas porque tal vecino tenía un problema y había que ayudarlo.   

Conocí a Ana cuando llegó a Pravia en 2012. Jesús Lastra, coordinador de IU en aquel momento, me llamó para que le acompañase a conocer a “una moza nueva” que llegaba para afiliarse, y que desde un primer momento fue un motor para nosotros. Activa, alegre, siempre aparecía con una idea nueva en mente. Y hasta en eso era buena, porque siempre se salía con la suya, mitad por testaruda y mitad por su capacidad innata para debatir. Un revulsivo que nos hacía creer aquello que ya nos adelantaba Galeano: que la utopía, creer en lo imposible, servía para avanzar. Y tanto que avanzamos, que hasta entramos en el Ayuntamiento. Era mi condición: que yo pondría cara a aquel cartel si era Ana quien me acompañaba. Aquella compañera que venía de la mejor tradición de CC.OO., que conocía la banca pública y que en los últimos años trabajaba en el catastro. Una compañera excepcional. Diría, incluso, que la mejor militante y compañera que conocí dentro y fuera de la política. Su firme convicción en la necesidad de asociarse, de pelear. Su compromiso con el feminismo, con el sindicalismo y, sobre todo, una defensora de un sector público eficiente, amable y transparente.

La misma Ana que amaba a partes iguales Asturies y su Sevilla del alma, donde, tras treinta años, crió a una Aida andaluza y donde tenía esas dos nietas cuyas fotos aprovechaba cada ocasión para enseñarnos. Un amor por dos tierras que se materializaba en esa mezcla simpática que hacía que al hablar sus palabras entremezclaran un curioso asturiano con acento andaluz. Una asturiana con acento andaluz que dedicaba horas y horas a sus queridas fabas, porque hasta en eso se hizo buena praviana, y las mimaba como si fueran oro. Y como Ana era tan especial, hasta en esto tenía su gracia, y era su buen amigo Ketxu, un vasco, quien la ayudaba con la faba.

Decía Antonio Machado que un corazón solitario no es un corazón. Y en eso estoy de acuerdo, porque si algo tenía Ana era un corazón inmenso que, por desgracia, dejó de latir antes de hora. Un corazón tan grande como sus ganas de luchar por lo que consideraba justo y porque nadie de este concejo pasase necesidades. Se enorgullecía, sin esconderse, de sus ideas comunistas, y por eso siempre empleaba la máxima “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. Por eso hoy quienes tuvimos la suerte de cruzarnos en su vida nos sentimos tan huérfanos: porque con su corazón también dejó de latir un trozo de los nuestros.

Hasta siempre, amiga, compañera, luchadora. Que allá donde estés, si es que existe algo más allá de esta vida, gane tu Betis (y mi Sporting) y la vida sea un poco más justa que esta. Si no fuera así, si no lo fuese, ahí estarás tú para luchar por ello.

ana_david